EL LLANTO EN EL DUELO

EL LLANTO EN EL DUELO

Introducción

El duelo es un proceso donde el doliente trata de aceptar la pérdida del ser querido y reconfigurar su vida con la ausencia de aquel. Todo este proceso no tan solo necesita tiempo, sino avanzar a través de pequeños “darse cuenta”, donde la realidad se manifiesta con la crudeza de que el ser querido ya nunca volverá a estar con nosotros.

Worden (1997) siguiendo los trabajos de Bowly (1993) defiende que el duelo es un proceso adaptativo tendiente a facilitar que el sujeto, con el tiempo, acabe asumiendo la pérdida del ser querido. Para ello, este autor plantea la necesidad de llevar a cabo diferentes tareas, estas le llevaran a aceptar finalmente la realidad de la pérdida. Como tareas debemos asumir los sentimientos de aflicción,  adaptar nuevos roles y funciones en el nuevo medio, para finalmente, “resituar” emocionalmente lo perdido, volver a querer y a seguir viviendo.

La cultura, los rituales y ceremonias luctuosas pueden variar de un grupo a otro y esto afectará a la forma de llevar el duelo. También las características personales, los vínculos de apoyo o las circunstancias del óbito pueden hacer variar el proceso. Aun así , los sentimientos expresados, así como la sucesión en que se presentan, son muy parecidos (Royal College of Psychiatrist, 1999).

Cuando perdemos a una persona querida, ya no la tenemos, y no la podemos recuperar. “Cuando nuestro compromiso con otra persona la ha convertido en parte de la Gestalt de nuestra experiencia, parte de nosotros mismo…su desaparición nos abre repentinamente a un contacto con el vacío originado; miramos hacia un abismo y nos llenamos de tristeza y perdición” (Latner, 1994). Elaborar el duelo es darse la oportunidad de transitar por las diferentes etapas del proceso. Kübler-Ross; David Kessler (2005) diferencian cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. El resultado final de este proceso es la asimilación de la pérdida y poder seguir viviendo de una manera plena.

Las lágrimas son una de las muchas maneras que tenemos de aliviar nuestra pena, es un mecanismo de curación natural del organismo. A menudo durante el duelo pensamos dos cosas en relación al llanto, por una parte el sentimiento de tristeza nos invade, por la otra la creencia “tengo que dejar de llorar” evita que nos entreguemos al desconsuelo. Mucha gente cuando empieza a llorar intenta detener al momento este acto.  Muchas personas evitan llorar por el miedo a no poder parar nunca. Aunque esta es tan sólo una idea que al contrastarla con la realidad sucede todo lo contrario. Cuando nos entregamos al llanto, llega un momento que “el grifo se cierra”, el resultado final lo sentimos como alivio. Dice Kessler,D. (2004) que las lágrimas no lloradas se encargan de hacer más profundo el pozo de la tristeza.

Las emociones y el llanto.

Darwin en 1873 publico La expresión de las emociones en los animales y en el hombre. La aportación más destacable de su teoría a la expresión de las emociones es la asunción de que los patrones de respuesta expresiva emocional son innatos y que existen programas genéticos que determinan la forma de la respuesta emocional. Entre los estudios que realiza Darwin para poder llegar a sus conclusiones, evidencia que las personas de diferentes culturas y etnias realizan movimientos y gestos parecidos cuando experimentan emociones similares. También realiza un estudio de la expresión de las emociones en niños antes de que hubieran podido aprender cómo expresar dicha emoción  en otras personas. De dichos estudios se puede concluir que las emociones son universales en su expresión y reconocimiento. Se presentan en todos los individuos de la misma especie y cualquiera de ellos puede reconocer las emociones básicas en cualquier individuo, independientemente de factores étnicos o culturales. Otra conclusión es que la expresión se produce sin necesidad de aprendizaje, esto se constata en las investigaciones que realiza con niños y ciegos de nacimiento. Esta teoría neodarwinista propone que existen unas emociones básicas y universales. Por el contrario (Ortony  y Turner, 1990) señalan que no existen tales emociones básicas a partir de las cuales puedan construirse unas complejas. Esto vendría evidenciado por el hecho de que muchos autores no se ponen de acuerdo ni en el número ni en el tipo de emociones. Esto podría ser debido a que realmente se esté hablando de la misma cualidad emocional, pero que la denominarían de diferente manera.

Gonzales (2000), sostiene que el papel de la cultura es importante para el desarrollo completo de las emociones. Las emociones implican una gran cantidad de contenidos culturales específicos, etnias y comunidades que se expresan mediante creencias, costumbres y ritos destinadas a las situaciones más relevantes de la comunidad (los nacimientos, la muerte, la enfermedad, etc.) estas emociones son proposiciones que la cultura le otorga al sujeto…son representaciones públicas enfocadas hacia unos propósitos y metas grupales (Velasquez-Fernandez (2008).

Darwin de esta forma plantea que ciertas civilizaciones gradualmente han hecho desaparecer la costumbre del llanto en sus integrantes a través de la cultura, pero que aún se evidencian los rasgos fisonómicos y contracciones musculares del individuo al sentirse abrumado ante determinada situación. Desde un punto de vista evolutivo, el cerebro tiene tendencia a enviar estímulos de contracción muscular de acuerdo a determinada emoción sentida por el individuo. Sin embargo, y gracias a la voluntad propia del sujeto, partiendo de las necesidades culturales propias al contexto, este se podría resistir al efecto de las contracciones (llanto). Este hecho, siguiendo a Darwin (1872), podría guiarnos a pensar de que en el hombre las necesidades culturales y la ontogénesis están primando sobre la filogénesis de la especie, dando por sentado la importancia de la cultura en la construcción y expresión de las emociones. La evolución muestra que órganos que no eran afectados por la voluntad humana, ahora si que son directamente influenciados por esta.

Recientemente, en un artículo, Ekman (1997), aludiendo al trabajo de Darwin, se pregunta si las expresiones faciales ”expresan” o, por el contrario, “comunican”. Ekman cree que la base del debate es la dicotomía falsa que afirma que el rostro sólo señala fenómenos de interacción y no fenómenos de emoción, y se inclina decididamente por la fórmula de comunicación. De acuerdo con la tipología propuesta por Murube et al. (1999), el llanto emocional puede clasificarse en dos grandes grupos: “el llanto de demanda de ayuda” y el “llanto de ofrecimiento de ayuda”. Murube et al.(1999) proponen la teoría del símbolo de sufrimiento, según la cual el llanto emocional vino a simbolizar dolor cuando copió el dolor reflejo: puesto que el llanto reflejo presenta problemas oculares muy molestos y dolor (conjuntivitis aguda, úlceras, cuerpos extraños) terminó por simbolizar el sufrimiento; de la misma manera en que mostrar los dientes simboliza ataque. Así, cuando los humanos necesitaron mostrar sufrimiento psíquico usaron el símbolo de sufrimiento físico, esto es, el llanto.

Según Koestler (1964), el llanto de duelo, de empatía y autocompasión provienen de emociones contrarias a las emociones autoafirmantes, como la rabia y el miedo, que tienden hacia la acción, en la forma de lucha o de huida. Lutz, (1999) citando a Spinoza concluye que las emociones funcionan para impedir o facilitar la acción.

Sierra et al. (2007), sostiene en su estudio que hay una mayor facilidad para reconocer el llanto en mujeres que en hombres. Esto parece sugerir que nos hemos vuelto más hábiles para interpretar el llanto de la mujer, al que estamos acostumbrado, no a causa de que ellas por naturaleza lloren más, sino porque históricamente- en su rol de cuidadoras de la casa y los hijos- han estado más a menudo que los hombres en situaciones que favorecen el llanto (Murube et al. 1999). Contrariamente, como defensores de la tribu o del grupo, los hombres aprendieron a evitar cualquier demostración de debilidad puesto que esto habría resultado peligroso para todos y habría llevado a un rechazo por parte de las mujeres. La cultura occidental parece haber reforzado estas posiciones a través de una modulación diferencial de la expresión emocional en ambos sexos.

Nuestra percepción sobre llorar en público es una cuestión cultural. En algunos lugares , no llorar es una señal de dignidad, mientras que en otras culturas, no llorar por el difunto se considera una señal de deshonor. (Kubler-Roos et al. 2006)

“Una madre sobrevivió a dos de sus tres hijos. Cuando falleció el primero, se sintió tan sobrecogida por la pena que cayó sobre el féretro y lloró a lágrima viva. Su marido le ayudó a incorporarse y el funeral prosiguió.

       Cuando falleció el segundo hijo, su madre la apartó a un lado antes del funeral y le dijo

       No hagas una escena como la de la última vez. Las lágrimas que se te estropearán el maquillaje. ¿Tienes idea del aspecto que tenía tu cara la última vez con toda la máscara de ojos resbalándote hasta la barbilla?

       La mujer miró de frente a su madre y le dijo con calma:

    ¿Tienes idea de lo que se estropeará si no lloro?” (Kubler-Ross et al. 2004)

Philippe Aries (1975), entiende que actualmente estamos ante actitudes vergonzantes, de ocultación y silencio delante de la muerte, características de los tabúes. El concepto de la muerte ha cambiado, el autor hace un estudio desde el siglo V hasta nuestros días y llega a la conclusión de que el morir deja de ser una experiencia personal y social importante que dota de sentido a la vida, conformando nuestra identidad;  para pasar a ser un suceso personal y dramático. Es doloroso para todos, absorbe el tiempo y la energía de los demás frenando el discurrir de la vida.

Si el duelo es vergonzante, entonces la actitud de llorar en el duelo como representación del mismo es vergonzante también.

Las emociones, sin embargo, en sus aspectos internos son difíciles de controlar. En cambio no sucede así en su aspecto externo.

        ¿Es beneficioso reprimir las emociones?

Si por reprimir se entiende “ahogar toda manifestación de un sentimiento o emoción” la respuesta es que, a juzgar por las evidencias somáticas y psicológica, no es bueno reprimir las emociones, salvo en casos extremos en donde sea imperioso hacerlo, pero en estos casos se trataría de reprimir la manifestación exterior de la emoción, y no su llegada a la conciencia.( Salovey y Mayer, 1990). Si reprimimos las emociones no podemos sacar ningún provecho de ellas. La ira, nos de energía para solventar conflictos, el miedo nos previene, la tristeza nos lleva hacia nuestro interior. Al igual que una herida, un sentimiento o emoción reprimida puede “infectarse”, hacerse más virulenta, al crecer en intensidad. Al enconarse aún más un sentimiento negativo, puede llevar al estallido, cuya principal característica es aparecer de improviso, a veces sin relación con el objeto u ocasión del sentimiento (Goleman, 2012).

            El efecto beneficioso de llorar

Podemos distinguir tres tipos de lágrimas: ºlágrimas reflejas, lágrimas continuas y lágrimas emocionales. (Frey, 2001)

Normalmente, después de llorar entramos en un estado biológico y emocional más tranquilo. Las lágrimas emocionales tienen beneficios de salud especiales. Las lágrimas reflejas, permiten limpiar los ojos de partículas nocivas cuando están irritados por el humo u otros efectos nocivos. Las lágrimas continuas, se producen con regularidad para mantener los ojos lubricados.

Desde la función biológica las lágrimas emocionales contienen hormonas de estrés, cloruro de potasio y manganeso, endorfinas, prolactina y adenocorticotropina, que consiguen ser excretadas del cuerpo a través del llanto. (Frey, 2001).

El sistema nervioso autónomo  está formado por el sistema nervioso simpático y el sistema parasimpático. Este sistema controla nuestras acciones involuntarias, y actúa sobre los vasos sanguíneos, músculos o glándulas. Regula los procesos vitales y la homeostasis.

El sistema simpático nos prepara para la acción. Las conductas de lucha y huida están mediadas por este sistema. Es el responsable del aumento de la actividad del organismo en condiciones de estrés o alerta. El cuerpo se prepara para la acción provocando en el ojo dilatación de la pupila; la producción de saliva se reduce; se dilatan los bronquios; el corazón se acelera; los vasos sanguíneos se constriñen; se estimulan las glándulas sudoríparas; se reduce la secreción de orina; y se inhiben los movimientos involuntarios de contracción de estómago. Todo nuestro organismo está preparado para la acción. Sin embargo este estado no puede mantenerse en el tiempo. Nuestro cuerpo necesita una recuperación y regulación, es aquí donde se pone en funcionamiento el sistema parasimpático.

Con este sistema parasimpático nos preparamos para el descanso y la recuperación. La pupila entonces se contrae y puede aparecer el lagrimeo; se contraen los bronquios; la producción de saliva aumenta; disminuye la frecuencia cardíaca; disminuye la tensión arterial; aumentan los movimientos y contracción del estómago; aumenta la secreción de orina; aumenta la resistencia a las infecciones; provee de combustible y elimina desechos de la piel, tracto digestivo y órganos reproductores. El trabajo del sistema parasimpático se complementa con el del sistema simpático. Ambos funcionan en oposición natural. (Guerra,2009)

CONCLUSIÓN

El duelo es un proceso por el cual nuestro organismo acepta la nueva realidad vivida. Transcurre en el tiempo, desde la negación de la pérdida a la asunción del nuevo estado. Para ello nuestro organismo contribuye de una manera natural a esta adaptación. El llanto es la respuesta fisiológica que hace el paso desde nuestro sistema simpático (estrés) al parasimpático (relajo). Los dos sistemas conviven y necesariamente se manifiestan el uno y el otro. Las creencias sociales, tales como “los hombres no deben llorar”, junto con la exclusión de las emociones mal llamadas negativas como la rabia y la tristeza dificultan traspasar la experiencia natural con normalidad. El uso de fármacos para el proceso del doliente nos hace pensar en la dificultad social de aceptar la tristeza y su respuesta fisiológica más visible, el llanto. Todo ello ayuda a que los duelos no sean concluidos totalmente o incluso que puedan quedarse bloqueados (duelos complicados). Tanto si no concluyeron como si se bloquearon dificulta que podamos estar disponibles con todas nuestras funciones vitales.

BIBLIOGRAFIA

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